Sunday, January 6, 2008

Mirruflais y Pulgas

“Mirruflais y Pulgas”

Uno de los principales placeres de Mirruflais durante el verano, era salir de casa y pasear por los bosques y jardines cercanos a su casa. Le gustaba corretear las mariposas, retozar en el pasto, beber agua fresca y pura en los límpidos riachuelos que descendían de la montaña Mágica. Mirruflais se sentí contento jugando y correteando con los animalitos del vecindario y jugando con ellos a las escondidas. Sus papitos le dejaban salir a jugar todas las tardes, siempre y cuando regresara antes del anochecer. Cuando el sol comenzaba a perderse en el poniente, Mirruflais inevitablemente regresaba sobre sus pasos, hasta su casa, se lavaba un poco en la cochera y veía un poco de televisión hasta el momento en que mamá gata le llamaba a cenar. Papá gato, mamá gata y Mirruflais sentados a la mesa se deleitaban con un delicioso guiso de bistec, arroz o pollo, en tanto que su hermanito, el pequeño bebito sonriente tomaba su lechita y decía –Pa,pa,Pa,Pa. La comida favorita de Mirruflais era el picadillo y las albóndigas. Le gustaban también las hamburguesas, las salchichas y el pescado frito. Sus papitos cuidaban muy bien de Mirruflais, y el pequeño gatito en reciprocidad le daba abrazos y besitos rosas y azules. Eran una familia muy feliz y todas las noches Mirruflais cuidaba con mucha atención a su pequeño hermanito que todavía no sabía caminar, mientras sus papitos preparaban de cenar o veían la televisión.

Una tarde que Mirruflais salió a pasear al parque, se encontró muy cerca de un una colina plena de flores y garambullos, a un gatito de aspecto sucio y descuidado. Los huesitos se le notaban en las costillas, el color de su pelaje era muy cercano al café con leche, pero lleno de manchas y totalmente opaco. A Mirruflais le causo curiosidad un gatito tan feo y maltratado y se acerco hasta donde insistentemente el gatito se mordía y rascaba impaciente su cuero y le pregunto:

-¿Cómo te llamas?
El gatito sin soltar una pata entre dientes le contestó. –Me llamó Pulgoso y tú.
-Yo me llamó Mirruflais. ¿Porqué estas rascándote y mordiéndote en tu cuerpo todo el tiempo?
-Es que soy un gatito con muy mala suerte, estoy lleno de pulgas.
-Mirruflais que no conocía las pulgas se le acerco y le pregunto. -¿Qué son las pulgas?
-Son unos animalitos odiosos, que se pasan la vida chupándote la sangre. Ellas son las culpables de mi infelicidad, por su culpa todos mis dueños me han corrido de sus casas y desde hace una semana que no tengo casa para vivir y tengo tres días sin comer. Tengo mucha hambre gatito, podrías darme algo de comer.
Mirruflais que siempre fue un gatito muy compadecido, le dijo: -Acompáñame a mi casa y yo te voy a dar de comer y te voy a dejar que vivas en la cochera de la casa.

Así fue como Mirruflais y su amigo pulgoso se conocieron, sin adivinar que este encuentro les traería grandes aventuras a ambos gatitos.

Llegaron a casa de Mirruflais y le dio de comer albóndigas y lechita, después le indico donde podía dormir. Aquella noche no estaban los papás de Mirruflais y no pudo avisarles que había traído un amigo a casa. En la noche cuando Mirruflais dormía profundamente, Pulgoso no podía conciliar el sueño, los miles de pulgas no lo dejaban jamás en paz, y le chupaban la sangre sin sosiego. Ni de día, ni de noche podía Pulgoso descansar con esas abominables pulgas metidas entre sus cabellos. Cada día estaba más flaco y más triste y no encontraba solución a su problema.

En la mañana en cuanto Miruflais despertó bajo a ver como había pasado su amigo la noche y lo encontró más triste que nunca. Pulgoso desayuno con Mirruflais un rico cereal y le dijo que ya no aguantaba esa situación que iba a buscar a un mago que vivía muy adentro del bosque en la montaña mágica.

-Mirruflais, ya no aguanta a estas miserables pulgas, un amigo me ha contado que en medio del bosque de la montaña mágica vive un hechicero capaz de terminar con esta plaga y voy en su busca. Prefiero morir que vivir con esta peste.

Mirruflais se despidió con un abrazo de su amigo, sin percatarse que muchas pulgas brincaron a su piel en ese sencillo gesto. Pulgoso tomó un pañuelo lleno de galletas que Mirruflais le preparo para el camino y dirigió sus pasos hacía la montaña, parándose ocasionalmente a rascarse y morderse el pellejo.

Pasaron unas semanas sin que Miruflais recordara a su amigo Pulgoso, sin embargo, día con día comenzó a sentir cada vez más comezón, hasta que llegó el día en que se dio cuenta que las pulgas de su amigo habían proliferado en su propio cuerpo. De inmediato le dio el grito de alarma y sus papás lo mandaron a vivir al garaje mientras le untaban miles de jabones y pomadas en su cuerpo, sin ningún resultado. El otrora fuerte, juguetón y valiente Mirruflais, se había convertido en un par de meses, en un costal de huesos y pellejos inflamado por millones de pulgas. Sus ojos habían perdido su brillo habitual y no podía estar diez segundos sin rascarse.

Una tarde que se rascaba Mirruflais con mayor énfasis ante el pesado encono de las pulgas, decidió que no iba dejar perder su vida sin pelear, se levanto resuelto y les escribió una nota a sus padres en la que lacónicamente les decía:

-Papa los quiero mucho, voy en busca del remedio a las pulgas… firmaba Mirruflais.

Metió en su mochila de la escuela, dos hamburguesas, un sandwich y un vaso con lechita y tomó el mismo camino que su amigo Pulgoso. Durante varios días camino por el bosque encontrándose por el camino con muchos animalitos a los que siempre les preguntaba:

-¿Donde vive el hechicero del bosque?

A lo que cada animalito inevitablemente le respondía –Vive en lo profundo del bosque, sigue esa vereda, pero ten mucho cuidado porque es muy peligroso, te puede costar la vida.

Mirruflais continuaba su camino una y otra vez, pero cada día iba perdiendo mas fuerzas, su comida hacía dos días se había terminado y tampoco tenía agua. A mediodía cuando el sol esta en el cenit y el calor es más fuerte que nunca, Mirruflais se desmayó cerca de un pequeño árbol de color azul, cuando recobró el conocimiento un par de horas después, se puso de pie y siguió su camino, trepando la última falda de la montaña, ya estaba a punto de trepar a la cima de la montaña cuando comenzó nuevamente a desvanecerse, sus fuerzas le abandonaron totalmente y se encomendó a Dios, en ese preciso momento en que perdía el conocimiento alcanzó a sentir una garra fuerte que le sostenía de la cintura, al borde del abismo y alcanzó a ver a un gato joven, grande, fuerte de blanco pelaje que lo colocaba sobre su fuerte hombro. Después todo se puso totalmente negro y no supo más de si.

Cuando despertó, se encontró en medio de una cabaña, metido entre las sedosas pieles de osos y panteras. Cerca de él se encontraba un plato de sopa caliente que devoró de inmediato, para volver a perder el conocimiento. La siguiente vez que recupero el conocimiento un hombre barbado, de largo cabello negro le observaba con detenimiento, mientras alimentaba el fuego de la chimenea. Esta vez cerca de él se encontraba un pedazo de carne de venado, deliciosamente asada. La comió con frenesí y hasta que hubo saciado su hambre, el hombre se dirigió a él y le dijo:

-Mirruflais, tienes suerte de estar con vida, de no haber sido por la suerte y la oportuna llegada de un viejo amigo tuyo, estarías para esta hora muerto.

Mirruflais se sorprendió de que aquel hombre supiera su nombre, y de inmediato se imagino que aquel señor era el Mago del bosque.

El mago del bosque se dirigió de nuevo a Mirruflais: -Yo se los motivos que te han traído a este lugar y no temas yo tengo la solución de tu problema. Levántate y ven conmigo.

Mirruflais recordó en ese momento las miles de pulgas que traía en su piel y sintió de inmediato que le comenzaban a morder todo su cuerpo. Se levantó y le siguió hasta una especie de patio y allí vio como el hombre, vaciaba un sobrecito de polvo blanco en un enorme balde. Después el hombre se acercó hasta él, le tomo en sus manos y le dijo.-No tengas miedo solo te voy a dar un baño para librarte de esas molestas pulgas. Mirruflais se sintió seguro en sus brazos y se preparo para ser lanzado al balde con agua. El Mago lo aventó con fuerza hasta el fondo y Mirruflais nado en el fondo del recipiente buscando la salida. El mago espero unos pocos segundos antes de volcar el contenido del balde. Cuando Mirruflais se levantó escurriendo de agua, las pulgas comenzaron a brincar desaforadas de su cuerpo y muriendo instantáneamente al caer en el piso. Mirruflais se sacudió enérgicamente hasta quedar limpio de pulgas y de agua y entonces el mago tomó una escoba y un recogedor con los que barrió y recogió las pulgas depositándolas en un agujero en el suelo que volvió a tapar con una pala.

Mirruflais respiró libremente por primera vez en muchos meses y le agradeció al mago su milagrosa ayuda. El mago simplemente sonrió y le condujo hasta la choza. Al entrar a la choza Mirruflais, soltó un grito de sorpresa y alegría, dentro de la habitación se encontraba su amigo Pulgoso, que se había convertido en un hermoso gato blanco, fuerte y saludable. Entonces Mirruflais supo que había sido su amigo Pulgoso el que le había salvado de la muerte, cuando iba caer de la montaña.

Mirruflais le dijo enternecido a Pulgoso: -Muchas gracias, muchas gracias por salvarme.
Y Pulgoso, le contestó a Mirruflais: -Querido hermano no tienes que darme ningunas gracias, tú fuiste el único gatito que me ayudo cuando yo estaba infestado de pulgas, y por mí culpa te llenaste tú también. Este señor que esta aquí es el mago de la montaña y es mi gran amigo y también tuyo.

Mirruflais le dio las gracias al mago que solo sonrió y les dio de cenar una rica lechita con cereal.

Miruflais pasó unas semanas con sus amigos en el bosque mágico mientras recuperaba fuerzas y cuando estuvo sano, les dio las gracias y se despidió de ellos prometiéndoles volver a visitarlos. Antes de partir el mago de la montaña le dio una bolsa de comida y le entrego muchas bolsitas con los polvos mágicos contra las pulgas que decían:

Polvo de avión, utilícese con cuidado.

Cuando Mirruflais llegó a su casa, su papá, su mamá y su hermanito lo recibieron llorando de felicidad y le dieron muchos abrazos y besitos azules y rosas y desde entonces vivieron muy felices. Y colorin colorado que este cuento se ha terminado.


Mirruflais

“Mirruflais”

Esta historia no es una historia cualquiera, es la única y especial historia que habla de un peculiar gatito llamado Mirruflais, que aprendió a través de intrépidas aventuras los valores que solo seres vivos muy especiales pueden sentir tales como: el amor, la compasión, la amistad, la valentía y la honradez. Están dedicados para una niña tan especial como Mirruflais, que se llama Cecy y que es mi hermosa, preciosa, linda, chiquita, gordita, adorable hija. Con todo mi amor, un abrazo muy fuerte y un par de besitos rosas le dedico estas aventuras de su buen amigo Mirruflais.


Mirruflais nació en un soleado y precioso día de primavera, pleno de flores, pájaros y paseos por el parque. Todo el mundo se dejaba llevar por una maravillosa sensación de felicidad y agradecimiento por estar vivos y disfrutar de la existencia. Fue en ese día tan especial que nació un precioso gatito que duplico la felicidad de sus padres, los cuales además de estar tremendamente contentos estaban igualmente sorprendidos. Mirruflais no era un gatito convencional de ojos azules y pelo común y corriente. Los ojos de Mirruflais eran en efecto de un azul muy profundo, pero lo realmente destacable en el era el rojo encendido de su pelaje, nunca antes nadie había nacido con un color tan exótico y provocativo, por lo menos en la familia, el vecindario o la ciudad. De cualquier manera, su color aunque extraño era precioso y todo el mundo gustaba de el; por lo demás Mirruflais era un gatito en extremo cordial y juguetón y fácilmente se ganaba el corazón de propios y extraños.

Cuando Mirruflais tuvo edad suficiente para asistir al kindergarten, orgullos sus padres le llevaron de la mano y el hermoso gatito de inmediato ganó la atención de sus compañeritos y al poco tiempo su cariño y su amistad. Incluidos desde luego sus maestros y directivos, Todo era felicidad y Mirruflais se sentía seguro y muy contento de haber nacido de semejante color.

Le tocase o no, Mirruflais debía religiosamente bañarse cada sábado y sucedió que un día su mamá al estar preparando la tina de baño para su pequeño bebe, sin darse cuenta derramó una botella de líquido transparente e incoloro que utilizaba para decolorar su propio pelo y acicalar con algún tinte su felina belleza. Mirruflais entró a la tina de baño y como era su costumbre jugó por horas enteras con su patito amarillo y las pompas de jabón. Una gruesa capa de espuma le impidió darse cuenta que poco a poco su hermoso color rojo de su piel palidecía en tanto que la tina se teñía gradualmente de un rojo encendido. Justo a las siete con treinta minutos de la tarde, en que Mirruflais dejo la tina de baño, también dejo el precioso color rojo de su pelaje y salió envuelto en una toalla el ahora inmaculadamente blanco nuevo Mirruflais. Al encender la luz de su alcoba y pasar frente al espejo fue el terrible momento en que Mirruflais se dio cuenta de lo sucedido y un espeluznante grito de terror detonó en la tranquilidad de la noche. De inmediato cerró con seguro su puerta y no permitió que sus padres entraran a su habitación, sentía vergüenza que le vieran completamente blanco. Tres noches y dos días pasó Mirruflais en su habitación triste, desconsolado y sin hambre. Incansable recorría en círculos su habitación pensando que nunca más nadie le querría por ser de color blanco y no de un rojo brillante como había sido. En la noche del segundo día, cuando sus padres dormían, bajó a la cocina a prepararse un sándwich y sentado en la mesa fue que le encontró su papá que había venido por un vaso de agua. Su padre se encontró con un hermoso, sano, fuerte y totalmente blanco Mirruflais, de ojos azul profundo. Platicaron por un par de horas y el papá gato convenció a su retoño que el color de la piel, no era lo único importante en un gatito, que había valores que eran mucho más apreciados como la amistad, el cariño, la valentía, la lealtad y el amor y le explico cada uno de ellos y le dijo que un gatito se hacía querer por ser bueno, obediente, trabajador y por siempre decir la verdad. Mirruflais se sintió mejor y fue capaz de dejarse ver por sus padres. Durante algunos días estuvo en casa sin atreverse a salir a la calle o ir a su escuela. Hasta que un buen día, despertó con muchas ganas de ver a todos sus amiguitos y le pidió a sus padres que le acompañaran. Sus amiguitos estaban tristes porque Mirruflais no había ido por semanas a la escuela y preguntaban constantemente por él. Cuando Mirruflais salió a la calle se sintió contento porque todo mundo lo saludaba con mucho cariño, como si no les importara que ya no tuviese el hermoso color rojo con que había nacido. Cuando llegó a su escuela todos sus amiguitos salieron a recibirlo y lo abrazaron y todos le platicaban y le querían mucho, tanto que Mirruflais lloró un poquito de felicidad. Ese día Mirruflais entendió que el amor de sus padres, amigos y de toda la gente buena no se obtiene por un color especial en la piel o por ser muy bonito, sino por ser bueno, obediente, trabajador y por no decir mentiras. Y que los verdaderos amigos lo son para siempre y no por temporadas.

Y colorin colorado que este cuento de Mirruflais se ha terminado