“Mirruflais”
Esta historia no es una historia cualquiera, es la única y especial historia que habla de un peculiar gatito llamado Mirruflais, que aprendió a través de intrépidas aventuras los valores que solo seres vivos muy especiales pueden sentir tales como: el amor, la compasión, la amistad, la valentía y la honradez. Están dedicados para una niña tan especial como Mirruflais, que se llama Cecy y que es mi hermosa, preciosa, linda, chiquita, gordita, adorable hija. Con todo mi amor, un abrazo muy fuerte y un par de besitos rosas le dedico estas aventuras de su buen amigo Mirruflais.
Mirruflais nació en un soleado y precioso día de primavera, pleno de flores, pájaros y paseos por el parque. Todo el mundo se dejaba llevar por una maravillosa sensación de felicidad y agradecimiento por estar vivos y disfrutar de la existencia. Fue en ese día tan especial que nació un precioso gatito que duplico la felicidad de sus padres, los cuales además de estar tremendamente contentos estaban igualmente sorprendidos. Mirruflais no era un gatito convencional de ojos azules y pelo común y corriente. Los ojos de Mirruflais eran en efecto de un azul muy profundo, pero lo realmente destacable en el era el rojo encendido de su pelaje, nunca antes nadie había nacido con un color tan exótico y provocativo, por lo menos en la familia, el vecindario o la ciudad. De cualquier manera, su color aunque extraño era precioso y todo el mundo gustaba de el; por lo demás Mirruflais era un gatito en extremo cordial y juguetón y fácilmente se ganaba el corazón de propios y extraños.
Cuando Mirruflais tuvo edad suficiente para asistir al kindergarten, orgullos sus padres le llevaron de la mano y el hermoso gatito de inmediato ganó la atención de sus compañeritos y al poco tiempo su cariño y su amistad. Incluidos desde luego sus maestros y directivos, Todo era felicidad y Mirruflais se sentía seguro y muy contento de haber nacido de semejante color.
Le tocase o no, Mirruflais debía religiosamente bañarse cada sábado y sucedió que un día su mamá al estar preparando la tina de baño para su pequeño bebe, sin darse cuenta derramó una botella de líquido transparente e incoloro que utilizaba para decolorar su propio pelo y acicalar con algún tinte su felina belleza. Mirruflais entró a la tina de baño y como era su costumbre jugó por horas enteras con su patito amarillo y las pompas de jabón. Una gruesa capa de espuma le impidió darse cuenta que poco a poco su hermoso color rojo de su piel palidecía en tanto que la tina se teñía gradualmente de un rojo encendido. Justo a las siete con treinta minutos de la tarde, en que Mirruflais dejo la tina de baño, también dejo el precioso color rojo de su pelaje y salió envuelto en una toalla el ahora inmaculadamente blanco nuevo Mirruflais. Al encender la luz de su alcoba y pasar frente al espejo fue el terrible momento en que Mirruflais se dio cuenta de lo sucedido y un espeluznante grito de terror detonó en la tranquilidad de la noche. De inmediato cerró con seguro su puerta y no permitió que sus padres entraran a su habitación, sentía vergüenza que le vieran completamente blanco. Tres noches y dos días pasó Mirruflais en su habitación triste, desconsolado y sin hambre. Incansable recorría en círculos su habitación pensando que nunca más nadie le querría por ser de color blanco y no de un rojo brillante como había sido. En la noche del segundo día, cuando sus padres dormían, bajó a la cocina a prepararse un sándwich y sentado en la mesa fue que le encontró su papá que había venido por un vaso de agua. Su padre se encontró con un hermoso, sano, fuerte y totalmente blanco Mirruflais, de ojos azul profundo. Platicaron por un par de horas y el papá gato convenció a su retoño que el color de la piel, no era lo único importante en un gatito, que había valores que eran mucho más apreciados como la amistad, el cariño, la valentía, la lealtad y el amor y le explico cada uno de ellos y le dijo que un gatito se hacía querer por ser bueno, obediente, trabajador y por siempre decir la verdad. Mirruflais se sintió mejor y fue capaz de dejarse ver por sus padres. Durante algunos días estuvo en casa sin atreverse a salir a la calle o ir a su escuela. Hasta que un buen día, despertó con muchas ganas de ver a todos sus amiguitos y le pidió a sus padres que le acompañaran. Sus amiguitos estaban tristes porque Mirruflais no había ido por semanas a la escuela y preguntaban constantemente por él. Cuando Mirruflais salió a la calle se sintió contento porque todo mundo lo saludaba con mucho cariño, como si no les importara que ya no tuviese el hermoso color rojo con que había nacido. Cuando llegó a su escuela todos sus amiguitos salieron a recibirlo y lo abrazaron y todos le platicaban y le querían mucho, tanto que Mirruflais lloró un poquito de felicidad. Ese día Mirruflais entendió que el amor de sus padres, amigos y de toda la gente buena no se obtiene por un color especial en la piel o por ser muy bonito, sino por ser bueno, obediente, trabajador y por no decir mentiras. Y que los verdaderos amigos lo son para siempre y no por temporadas.
Y colorin colorado que este cuento de Mirruflais se ha terminado
Esta historia no es una historia cualquiera, es la única y especial historia que habla de un peculiar gatito llamado Mirruflais, que aprendió a través de intrépidas aventuras los valores que solo seres vivos muy especiales pueden sentir tales como: el amor, la compasión, la amistad, la valentía y la honradez. Están dedicados para una niña tan especial como Mirruflais, que se llama Cecy y que es mi hermosa, preciosa, linda, chiquita, gordita, adorable hija. Con todo mi amor, un abrazo muy fuerte y un par de besitos rosas le dedico estas aventuras de su buen amigo Mirruflais.
Mirruflais nació en un soleado y precioso día de primavera, pleno de flores, pájaros y paseos por el parque. Todo el mundo se dejaba llevar por una maravillosa sensación de felicidad y agradecimiento por estar vivos y disfrutar de la existencia. Fue en ese día tan especial que nació un precioso gatito que duplico la felicidad de sus padres, los cuales además de estar tremendamente contentos estaban igualmente sorprendidos. Mirruflais no era un gatito convencional de ojos azules y pelo común y corriente. Los ojos de Mirruflais eran en efecto de un azul muy profundo, pero lo realmente destacable en el era el rojo encendido de su pelaje, nunca antes nadie había nacido con un color tan exótico y provocativo, por lo menos en la familia, el vecindario o la ciudad. De cualquier manera, su color aunque extraño era precioso y todo el mundo gustaba de el; por lo demás Mirruflais era un gatito en extremo cordial y juguetón y fácilmente se ganaba el corazón de propios y extraños.
Cuando Mirruflais tuvo edad suficiente para asistir al kindergarten, orgullos sus padres le llevaron de la mano y el hermoso gatito de inmediato ganó la atención de sus compañeritos y al poco tiempo su cariño y su amistad. Incluidos desde luego sus maestros y directivos, Todo era felicidad y Mirruflais se sentía seguro y muy contento de haber nacido de semejante color.
Le tocase o no, Mirruflais debía religiosamente bañarse cada sábado y sucedió que un día su mamá al estar preparando la tina de baño para su pequeño bebe, sin darse cuenta derramó una botella de líquido transparente e incoloro que utilizaba para decolorar su propio pelo y acicalar con algún tinte su felina belleza. Mirruflais entró a la tina de baño y como era su costumbre jugó por horas enteras con su patito amarillo y las pompas de jabón. Una gruesa capa de espuma le impidió darse cuenta que poco a poco su hermoso color rojo de su piel palidecía en tanto que la tina se teñía gradualmente de un rojo encendido. Justo a las siete con treinta minutos de la tarde, en que Mirruflais dejo la tina de baño, también dejo el precioso color rojo de su pelaje y salió envuelto en una toalla el ahora inmaculadamente blanco nuevo Mirruflais. Al encender la luz de su alcoba y pasar frente al espejo fue el terrible momento en que Mirruflais se dio cuenta de lo sucedido y un espeluznante grito de terror detonó en la tranquilidad de la noche. De inmediato cerró con seguro su puerta y no permitió que sus padres entraran a su habitación, sentía vergüenza que le vieran completamente blanco. Tres noches y dos días pasó Mirruflais en su habitación triste, desconsolado y sin hambre. Incansable recorría en círculos su habitación pensando que nunca más nadie le querría por ser de color blanco y no de un rojo brillante como había sido. En la noche del segundo día, cuando sus padres dormían, bajó a la cocina a prepararse un sándwich y sentado en la mesa fue que le encontró su papá que había venido por un vaso de agua. Su padre se encontró con un hermoso, sano, fuerte y totalmente blanco Mirruflais, de ojos azul profundo. Platicaron por un par de horas y el papá gato convenció a su retoño que el color de la piel, no era lo único importante en un gatito, que había valores que eran mucho más apreciados como la amistad, el cariño, la valentía, la lealtad y el amor y le explico cada uno de ellos y le dijo que un gatito se hacía querer por ser bueno, obediente, trabajador y por siempre decir la verdad. Mirruflais se sintió mejor y fue capaz de dejarse ver por sus padres. Durante algunos días estuvo en casa sin atreverse a salir a la calle o ir a su escuela. Hasta que un buen día, despertó con muchas ganas de ver a todos sus amiguitos y le pidió a sus padres que le acompañaran. Sus amiguitos estaban tristes porque Mirruflais no había ido por semanas a la escuela y preguntaban constantemente por él. Cuando Mirruflais salió a la calle se sintió contento porque todo mundo lo saludaba con mucho cariño, como si no les importara que ya no tuviese el hermoso color rojo con que había nacido. Cuando llegó a su escuela todos sus amiguitos salieron a recibirlo y lo abrazaron y todos le platicaban y le querían mucho, tanto que Mirruflais lloró un poquito de felicidad. Ese día Mirruflais entendió que el amor de sus padres, amigos y de toda la gente buena no se obtiene por un color especial en la piel o por ser muy bonito, sino por ser bueno, obediente, trabajador y por no decir mentiras. Y que los verdaderos amigos lo son para siempre y no por temporadas.
Y colorin colorado que este cuento de Mirruflais se ha terminado
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